13 de Octubre… Tal día como hoy… Confieso que esta es una de esas publicaciones que estremecen el alma por la situación en la que se desarrolló esta historia. Ni siquiera he sabido muy bien cómo titular la entrada al blog. Así que voy a intentar no hacer una valoración de los libros, como es habitual, sino una opinión generalizada en base a mis lecturas sobre este hecho.
La historia del accidente de avión uruguayo en los Andes la conocía superficialmente desde mucho tiempo atrás. Prácticamente de toda la vida. Sabia algo de ella, de la publicación de algunos libros y de que se había rodado algunas películas. No más allá de eso. Hace un tiempo llegó a mi biblioteca Viven, libro escrito por Pier Paul Read. La recepción de aquel libro fue como una espoleta que me hizo ahondar en la historia de este accidente. Todos aquellos rumores que había oído tenían que transformarse en un conocimiento más profundo sobre lo acaecido. Empecé a buscar información y leí Viven con gran avidez. Su lectura, que me causó honda impresión, y mis averiguaciones, me llevaron a ver la película y a visionar documentales como La sociedad de la nieve de Pablo Vierci que sencillamente me emocionó el testimonio de los supervivientes. Luego llegaron otros libros, como el propio La sociedad de la nieve (Pablo Viercy), El milagro de los Andes (Nando Parrado), Tenia que sobrevivir (Roberto Canessa), Desde el silencio (Eduardo Strauch), Las montañas siguen allí (Pedro Algorta), Después del día diez, Desde la cordillera del alma (estos dos de Carlitos Páez), Entre mi hijo y yo, la luna (Carlos Pérez Vilaró), Mi segunda cordillera (Miguel Ángel Campodónico) y Hacia el avión de los uruguayos y Corazón de arriero (Ariel Osvaldo Torres). Confieso que no he tenido tiempo de leerlos todos, pero esa es mi intención porque esta historia me ha atrapado de lleno. Necesito seguir nutriéndome de ella y no sé muy bien por qué. Pero quiero seguir descubriendo las capas subyacentes de la misma. Tal vez haya más publicaciones que omito por desconocimiento, pido disculpas si fuera así, y seguramente por este cincuenta aniversario lleguen más. También hay sobre ello trabajos musicales, obras de teatro, etc. Pero yo me he centrado más en literatura, cine y documentales.
Todo este periplo literario y fílmico me ha llevado a introducirme de cierta manera en esa sociedad de la nieve que tantas vicisitudes y sufrimiento pasó durante setenta y dos largos días en uno de los lugares más agrestes del planeta y que formó una de las mayores épicas e historia de supervivencia del siglo XX.
Desde un primer momento en cada libro, aunque relatado de forma distinta, los lectores notamos que hubo una serie de fenómenos en forma de pálpitos, pensamientos extraños y demás sensaciones que tuvieron varios de los pasajeros que aquel avión Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea uruguaya. Había una sombra, que si bien no era generalizada, sí que se posó sobre algunos de los pasajeros. Ya de por sí esta sombra se inició en Uruguay, luego en su escala en Argentina y más tarde, y por desgracia, confirmada en los Andes.
Aquel 13 de Octubre de 1972, tras estrellarse el avión, recordemos que de quebró en tres partes; cola, ala y fuselaje. Buscando información Wikipedia nos dice lo siguiente:
…La parte restante del fuselaje se deslizó por la montaña unos 725 metros antes de chocar contra el hielo y la nieve en un glaciar. El vuelo transportaba a 45 pasajeros y tripulación, incluidos 19 miembros del equipo de rugby Old Christians Club, junto con algunos familiares, simpatizantes y amigos.
Los restos de la aeronave se ubicaron a una altura de 3570 m. en la remota Cordillera de los Andes. Tres miembros de la tripulación y ocho pasajeros murieron inmediatamente, y varios otros murieron poco después debido a las gélidas temperaturas y sus graves heridas. Las autoridades inmediatamente comenzaron a buscar la aeronave y sobrevolaron el lugar del accidente varias veces durante los siguientes días, pero no pudieron ver el fuselaje blanco en la nieve. Los esfuerzos de búsqueda se cancelaron después de ocho días. Durante los siguientes 72 días murieron 13 pasajeros más. Los supervivientes restantes, a regañadientes, recurrieron a la Antropofagia. Nando Parrado y Roberto Canessa subieron un pico de montaña de 4650 m. s. n. m. sin equipo y caminaron durante 10 días hasta Chile. El 23 de diciembre de 1972, 72 días después del accidente, fueron rescatados 16 sobrevivientes…
De las 45 personas que viajaban en la aeronave, tres pasajeros y dos tripulantes en la sección de cola murieron al romperse esta: el teniente Ramón Saúl Martínez, Orvido Ramírez (auxiliar de vuelo), Gastón Costemalle, Alejo Hounié y Guido Magri. Unos segundos después, Daniel Shaw y Carlos Valeta cayeron del fuselaje trasero. Valeta sobrevivió a su caída, pero tropezó por el glaciar cubierto de nieve, cayó en nieve profunda y se asfixió. Su cuerpo fue encontrado por otros pasajeros el 14 de diciembre.
Al menos cuatro murieron por el impacto del fuselaje al chocar contra el banco de nieve, que arrancó los asientos restantes de sus anclas y los arrojó a la parte delantera del avión: el médico del equipo Dr. Francisco Nicola y su esposa Esther Nicola; Eugenia Parrado y Fernando Vázquez (estudiante de medicina). El piloto Ferradas murió instantáneamente cuando la nariz del avión se desplazó hacia atrás con la fuerza del golpe y comprimió el panel de instrumentos contra su pecho, forzando su cabeza a salir por la ventana; el copiloto Lagurara resultó gravemente herido y atrapado en la cabina aplastada. Le pidió a uno de los pasajeros que buscara su pistola y le disparara, pero el pasajero se negó.
Treinta y tres permanecieron con vida, aunque muchos resultaron gravemente heridos, con heridas que incluían fracturas en las piernas que se debieron a que los asientos de la aeronave se derrumbaron hacia adelante contra la división de equipaje y la cabina del piloto.
Roberto Canessa y Gustavo Zerbino, ambos estudiantes de Medicina, actuaron rápidamente para evaluar la gravedad de las heridas de las personas y tratar a quienes más podían ayudar. Nando Parrado tuvo una fractura de cráneo y permaneció en coma durante tres días. Enrique Platero tenía un trozo de metal clavado en su abdomen que al ser removido trajo consigo unos centímetros de intestino, pero inmediatamente comenzó a ayudar a otros. Las dos piernas de Arturo Nogueira estaban rotas en varios lugares. Ninguno de los pasajeros con fracturas compuestas sobrevivió.
Diecisiete días después del accidente, cerca de la medianoche del 29 de octubre, una avalancha golpeó el avión que contenía a los sobrevivientes mientras dormían. Llenó el fuselaje y mató a ocho personas: Enrique Platero, Liliana Methol, Gustavo Nicolich, Daniel Maspons, Juan Menéndez, Diego Storm, Carlos Roque y Marcelo Pérez. Las muertes de Pérez, el capitán del equipo y líder de los sobrevivientes, y de Liliana Methol, quien había cuidado a los sobrevivientes «como una madre y una santa», fueron extremadamente desalentadoras para los que quedaron con vida.
La avalancha enterró completamente el fuselaje y llenó el interior hasta un metro del techo. Los supervivientes atrapados en el interior pronto se dieron cuenta de que se estaban quedando sin aire. Nando Parrado encontró un poste de metal de los portaequipajes y pudo hacer un agujero en el techo del fuselaje, proporcionando ventilación. Con considerable dificultad, en la mañana del 31 de octubre cavaron un túnel desde la cabina hasta la superficie, solo para encontrar una tormenta de nieve furiosa que no les dejó más remedio que permanecer dentro del fuselaje.
Durante tres días, los sobrevivientes quedaron atrapados en el espacio extremadamente estrecho dentro del fuselaje enterrado con aproximadamente 1 metro de altura, junto con los cadáveres de los que habían muerto en la avalancha. Sin otra opción, al tercer día comenzaron a comer la carne de sus amigos recién muertos. Con Pérez muerto, los primos Eduardo y Fito Strauch y Daniel Fernández asumieron el liderazgo. Se hicieron cargo de la recolección de la carne de sus amigos fallecidos y la distribuyeron a los demás.
Antes de la avalancha, algunos de los supervivientes insistieron en que su única forma de supervivencia sería escalar las montañas y buscar ayuda. Debido a la última declaración del copiloto de que la aeronave había pasado por Curicó, el grupo creía que el campo chileno estaba a solo unos kilómetros al oeste. En realidad, estaban a más de 89 km al este, en lo profundo de los Andes. La nieve que había enterrado el fuselaje se derritió gradualmente con la llegada del verano. Los sobrevivientes realizaron varias expediciones breves en las inmediaciones de la aeronave en las primeras semanas después del accidente, pero encontraron que el mal de altura, la deshidratación, la ceguera por la nieve, la desnutrición y el frío extremo durante la noche hacía que viajar cualquier distancia significativa fuera una tarea imposible.
El 15 de noviembre murió Arturo Nogueira, y tres días después falleció Rafael Echavarren, ambos de gangrena por las heridas infectadas. Numa Turcatti, que no quería comer carne humana, murió el día 60 (11 de diciembre) con un peso de solo 55 libras (25 kg). Los que quedaban sabían que morirían inevitablemente si no encontraban ayuda...
Imaginemos el panorama tan dantesco que debía ser aquello. El aquel infierno de nieve, sin comida y escasamente con ropa de abrigo y sin visos de ayuda a corto plazo. Y es ahí donde surge la sociedad de la nieve, aunque yo prefiero llamarla la hermandad de la nieve. Una serie de hechos concatenados que de pronto pone a un grupo humano en el peor sitio posible. Todo esto con un conglomerado de circunstancias de un avión estrellado que no se sabía si había caído en un Chile que ya andaba convulso o en Argentina. Una Fuerza Aérea uruguaya que pierde un avión inexplicablemente cuando iba pilotado por dos militares experimentados. Luego Uruguay vuelve a enviar otro avión de su fuerza aérea que no hace sino dar fallos y que añade más desesperación a todos. Una concatenación de hecho que añade más problemas a los supervivientes del accidente.
Las familias, unas resignadas a que los pasajeros y tripulantes habían fallecido, y otras con la premonición de que seguían con vida. Una serie de médiums, sobre todo el holandés Gerard Croiset, que vaticinan que hay muertos, pero también hay sobrevivientes. “Hay vida y hay muerte” afirmó.
El médium holandés Gerard Croiset. Aunque nunca pude "ver" el lugar exacto del accidente sí que dio pistas fidedignas sobre el lugar de la tragedia y ser de gran ayuda para las familias. |
Un personaje como el radioaficionado Rafael Ponce de León que hizo un trabajo encomiable de enlace en varios frentes. Las primeras informaciones fidedignas sobre el accidente las consigue él con la red de radioaficionados que forma. Hoy en día nos puede parecer baladí este hecho gracias a Internet, pero en aquella época fue un despliegue logístico de envergadura. El loable trabajo de este señor a lo largo de los setenta y dos días de incertidumbre está muy bien relatado en Viven.
Setenta y dos días de odisea donde no es sólo el accidente inicial, sino el punto de inflexión tras la avalancha. El momento de decir o nos movemos o sucumbimos. Las expediciones previas reconociendo el terreno, buscando alimentos y cualquier útil que pudiera servir y el encontrar la cola del avión. El intentar conectar la radio, llevándola a la cola del avión donde estaba las baterías y el decir tenemos que seguir más allá de las montañas que vemos y conseguir ayuda.
Es ahí, en el instante de estrellarse y tras la avalancha donde la sombra que rondaba se convierte en una especie de luz. Como lector he tenido la sensación de que el papel de cada fallecido y de cada sobreviviente conlleva algo que trasciendo más allá de lo humano. Es imposible esta supervivencia tan extrema. El vivir dentro de los restos de un fuselaje metálico a temperaturas bajo cero. El atravesar montañas, desfiladeros y terrenos abruptos personas que no eran montañistas ni tenían equipo ni ropa para ello. Ya de por sí, sobrevivir a tal impacto era un milagro. Pero setenta y dos días viviendo así… Ahí yo creo que intervino lo divino.
Eran personas de Fe. Una de las ayudas que tuvieron fue el rezo colectivo del Santo Rosario. Tales convicciones religiosas unidas a un alto nivel cultural y físico indudablemente ayudaron. Hubo inmensas dudas teológicas de comer carne humana. Pero la misma Fe los hacia optar a ello en un inmenso amor a la vida y hacia sus compañeros. Incluso en la Sociedad de la Nieve se relata cómo tras oír que Nando y Roberto habían llevado a buen fin su expedición mediante un pequeño transistor que tenían, y que misteriosamente nunca dejó de funcionar pese a la dureza climática, tras finalizar la noticia de forma totalmente inexplicable por dicho transistor empezó a oírse el Ave María. ¡Qué cosas!
Nando Parrado en su libro “El milagro de los Andes” relata sus conversaciones con Arturo Nogueira (no sobrevivió) y es impresionante la fuerza espiritual de una persona que estaba agonizando, pero que trasmitía un potente mensaje de ánimo y esperanza.
De la expedición de Nando, Roberto y Vizintín (los acompañó hasta cierto momento) la lógica nos dice que estaba condenada al fracaso ante el terreno a moverse. Y llegaron ilesos. ¿Qué fuerza y determinación humana lleva a ello? Y se encontraron con un hombre como el arriero Sergio Catalán que posiblemente los sacó de a muerte para traerlos nuevamente a la vida. Podían haberse encontrado con otra gente, pero se encontraron con un hombre de palabra de honor y gozando del respeto de su comunidad. Había gente que en su maldad daban pistas falsas para cobrar la recompensa que se ofrecía para quién diera algún dato que pudiera ayudar. De esto ya lo sabían las autoridades chilenas. Pero a don Sergio lo creyeron ante el marchamo de su verdad. Aquel papel y lapiz atado a una piedra lanzada al otro lado del río para que Nando y Roberto escribieran un mensaje de socorro conllevaba el compromiso de don Sergio de que los sacaría de allí. A partir de ahí los supervivientes y don Sergio forjaron una amistad que duró de por vida, él falleció el 11 de febrero de 2020. Incluso lo ayudaron en sus problemas de salud, pues para ellos era “papá Sergio”. Que bonito es forjar una amistad así.
El arriero don Sergio Catalán. |
Por otro lado, el trabajo de las familias en su búsqueda. Trabajo este que encabezó otro personaje de una fuerza humana encomiable en esta historia como fue Carlos Pérez Vilaró (padre de Carlitos Pérez). El ahínco y los arrestos de los pilotos de helicóptero de rescate chileno y de los andinistas. Y de la forma tan correcta y comprensiva en que trataron a los supervivientes pese al escenario que se encontraron. Junto al también valiente vuelo del segundo avión de la Fuerza Aérea uruguaya. Otro testimonio del amor familiar y del compromiso para con otros seres humanos.
Me niego totalmente a creer que todo aquello fue concatenaciones de hechos y suerte. Creo que allí hubo una misión en la vida. Nando Parrado relata en su libro que ellos eran jóvenes despreocupados y de buenas familias. Y de pronto la vida los golpea de esa manera. Todos aquellos que salieron de ese infierno blanco han tenido a lo largo de su vida una meta. Quitado los sufrimientos personales y que durante décadas lo llevaron con silencio, dignidad y determinación todos han triunfado en lo personal y profesional. Y en el año 2002, cuando se cumplían treinta años de esta tragedia, de pronto hay como una eclosión de necesitar contar al mundo su historia. Y empiezan otra travesía por esa cordillera, pues empiezan a compaginar sus labores profesionales y personales con ser conferenciantes, bloggers, participantes de tertulias, políticos… Y todo ello con un gran espíritu altruista y de servicio a los demás.
No. Esta gente no fueron sólo unos supervivientes de un accidente aéreo. Esta gente por motivos que se nos escapan tienen una misión trascendental. Así lo entiendo yo como lector de su historia. Incluso fallecidas como Susana Parrado y Liliana Methol son seres angelicales que tuvieron una misión concreta dentro del grupo. Susana era como la inocencia personificada y Liliana era como la madre y confidente del grupo. Hay un dicho que proclama que Dios se lleva a los mejores antes de tiempo y dos seres de luz como Susana y Liliana se las llevo antes de tiempo. Como lector me sentí totalmente conmovido con sus fallecimientos. El Valle de las lágrimas, por desgracia, tiene el nombre que merece.
Pero aquí hay otra variante que también comparto y que Pedro Algorta, Tintín Vizíntin y Javier Methol las explican muy bien en varios vídeos que he visto de sus conferencias.
Pedro Algorta afirma que en aquel infierno siempre hubo un alto espíritu de sacrificio y superación humana. Y que en todo momento y circunstancias surgieron lideres ante las adversidades. Gran ejemplo de ello fue Marcelo Pérez del Castillo (fallecido en el alud) que desde el primer momento tomó el mando de la situación creando y estructurando aquella sociedad de la nieve.
Antonio Vizintín, que me ha encantado escucharlo, tiene una frase llena de verdad como es “el hombre soporta muchas cosas en la medida que tiene una esperanza”. Él incide mucho en una frase que les decía un sacerdote de los hermanos cristianos: “el partido se acaba con el pitido final”. El grupo nunca entendía esa frase hasta que se vieron en las circunstancias del accidente. Que gran verdad y que mensaje tan verídico de que hay que luchar al máximo hasta el final. Hasta que suene el pitido la batalla sigue en liza.
Y luego están otras palabras como las de Javier Methol que afirmaba “las cosas malas ni las oigo ni las veo. Y las buenas las miro y las escucho con el corazón”. Y esto lo dice uno de los supervivientes que más perdió en la montaña y que fue a su querida esposa Liliana y con cuatro niños esperándolos en Uruguay. Este hombre también trasmitía una grandiosa fuerza por la vida.
Fito Strauch es otro personaje de esta historia que a mí me trasmite mucho, sobre todo en el documental La sociedad de la nieve. Creo que fue otro de esos lideres que dio un paso al frente sin dudarlo cuando se le necesitó. Al igual que Coche Inciarte que me parece un hombre que es un verdadero carro de combate en la enorme fuerza vital que le caracteriza.
En base a ello también hay que hacer una profunda reflexión, pues indudablemente existe un espíritu de superación que es imposible de negar. Pedro Algorta apela en sus conferencias por la bravura y determinación de querer salir que tuvieron. El triunfo del espíritu humano tras enterarse de que habían suspendido la búsqueda y se los daba por fallecidos. En ese momento sabían que tenían que encarar la montaña porque sólo había unas personas que sabían que estaban vivos que eran ellos mismos. Había que sacar fuerzas y sobreponerse a lo sucedido. El ejemplo más claro de ello es Nando Parrado. O la de Pancho Delgado conferencia en Montevideo el 28 de diciembre de 1972 donde simple y llanamente hizo lo correcto: decir la verdad.
Fuerzas que no sólo emergieron en su momento, sino que han sido transformadas y legadas a los descendientes de quienes sobrevivieron. A Gustavo Zerbino le dijo su hijo ocho años “nos prestaron los músculos para poder caminar” en referencia a los fallecidos. Es también un misterio, Nando Parrado y Roberto Canessa lo exponen bien de cómo aquella travesía a través de las montañas no sólo fue para salvar a sus compañeros (que también se sacrificaron y fueron parte de esta expedición como muy bien siempre ha explicado Pedro Algorta) sino que ya de por sí llevaban la fuerza de querer volver a ver a un padre o el de querer unirse a alguien que aún ni siquiera conocían. Las esposas e hijos/as de los supervivientes también han recibido su parte de esa fuerza y voluntad nacida en la cordillera andina.
Quedarnos sólo con la parte de que algo trascendental los ayudó a salir de allí sería baladí. Como lector intuyo una serie de hechos inexplicables que desembocan en un despliegue de fuerza interior que sacó al exterior lo mejor del espíritu humano y de su fuerza y determinación en pro de la supervivencia individual y colectiva. Es sin lugar a dudas otro ejemplo más que no podemos ignorar.
Extender más este escrito creo que sería inicuo porque creo que ya a grandes rasgos he expresado mi opinión. Recomiendo todos los libros citados, aunque siga en proceso de leer los que me faltan. Recomiendo la película y el documental La sociedad de la nieve que a mí me marcó profundamente. En 2023 se estrena la película con mismo nombre del director español Juan Antonio Bayona en la que Pablo Vierci participa como guionista. Hace unos meses el Telediario (España) emitió un reportaje del rodaje y este director le pasó como a mí. Nos produjeron estas lecturas una fuerte impresión. Película que sin lugar a dudas estará en mi agenda para el próximo año. Pero es que de igual forma a Ariel Osvaldo Torres le enganchó este tema en base a las lecturas. Ese es otro de los misterios de esta historia, de cómo tiene un halo que te envuelve y te hace introducirte en la misma. Este hecho sin lugar a dudas trascenderá de generación en generación.
Para ir finalizando tampoco quiero olvidarme de los que allí quedaron. Las madres de los fallecidos crearon la “Biblioteca de nuestros hijos” que por lo que veo en su página web hacen una encomiable labor cultural. Muchos de los que quedaron en los Andes eran estudiantes y esta es la mejor forma de honrarlos. La ayuda a otros estudiantes, el fomento de la lectura y amplios programas culturales. Mi enhorabuena por ello.
Igualmente en el año 2013 se inauguró el Museo Andes 1972 en el que su objetivo es recordar y homenajear a las personas que iban en aquel vuelo que nunca llegó a su destino y de dar difusión a los valores humanos que caracterizaron al grupo en aquella agonía de supervivencia. También se homenajean a personajes claves en esta historia como es Sergio Catalán.
Poco más puedo añadir. Pero si esto lo llegara a leer algunos de los protagonistas de esta historia, intentaré hacerlo llegar por Instagram y/o Twitter, o por los correos de alguno de ellos, ya que su web yo debo ser muy cazurro pues no veo habilitada el correo electrónico, sí quiero trasmitirles estas palabras.
Primero mi profundo respeto y admiración por todos ellos. Es muy fácil desde la distancia y la comodidad de no haber vivido esto el hacer juicios de valores sin estar en la situación que se vivió hace cincuenta años. Creo que yo hubiera tomado la misma decisión que ustedes. No sé si iguales determinaciones, pero perdido en medio de los Andes, tengo claro que las que tomaron ustedes fueron valientes. Valentía, y respeto por los que allí quedaron, que han llevado a gala en estas décadas. Para quienes no conozcan la historia no juzguen. Los invito a que la lean, la visionen, la investiguen… Así comprenderán como es su día se comprendió y se asimiló.
Segundo agradecer los enormes mensajes humanísticos dados a la sociedad en sus libros, entrevistas, conferencias… mediante sus voces reside la garantía de la verdad y el trasmitir el hecho de la grandeza del ser humano y de su espíritu de superación. Esa literatura y palabras ante el público no se pierden en el aire. Al contrario, surten un efecto que reactivan los ánimos de las personas que los escuchamos. El darnos cuenta de las miles de nimiedades de las que nos quejamos a diario que no son nada frente a lo que ustedes pasaron en la cordillera. Un mensaje tan potente para esta humanidad tan falta de un motivo que la reconduzca. Créanme que ayudan mucho. Conmigo lo hacen a diario, pues ante cualquier tontería que me surja siempre digo en los Andes aquella gente lo pasó peor y supieron salir al paso.
Y tercero que aunque no nos conozcamos, aunque nos separen miles de kilómetros de Océano (este blog se escribe desde Tenerife-Islas Canarias) a mí me ha pasado como a tantos otros que nos ha llegado esta historia, casi todos por el libro Viven, y nos ha hecho meternos en ese infierno nevado para acompañarlos a través del tiempo por lo que ha sido una de las mayores épicas del siglo XX. Unos murieron para que otros vivieran. La vida tiene esos misterios. Y creo que el misterio de esta historia es el mensaje que trasmiten y lo que han sido sus vidas tras aquella catástrofe. Cada noche cuando leo un capítulo me lleva a una profunda reflexión de la grandeza humana y de su espíritu de superación. He consultado incluso a montañeros que tienen en su haber cumbres de más de ocho mil metros y me relatan asombrados y emocionados su impacto de cómo se mantuvieron con vida en condiciones tan adversas y de cómo Nando y Roberto lograron lo que lograron sin equipo ninguno para ello. ¿Qué misterio insondable significa todo esto?
Jóvenes prácticamente bisoños y que la montaña los llevó de repente y sin buscarlo a tener que tomar decisiones valientes, pero a la vez dolorosas. En acciones de honor y lealtad para consigo mismo y el grupo. Como bien ha dicho Vizintín “yo jamás comprobé el peso de las mochilas de Roberto y Nando para compararlas con la mía. Porque la mía, con su peso, era la que a mí me correspondía llevar”. Si esas actitudes afloraron a esa edad no me cabe duda que en el desarrollo de sus vidas y aspectos vitales todos los supervivientes han sido hombres de honor y de palabra.
Por su puesto seguiré leyendo más libros sobre el tema porque es que incluso lo necesito. Quiero saber más y más en una especie de avidez lectora. Porque los he acompañado en cada libro ya leído, cada documental, cada conferencia que he podido visualizar a través de YouTube y se crea vínculo entre lector y protagonista. Y eso también es bonito en esta historia. En los millones de personas que han recogido el mensaje de aquellos uruguayos que sobrevivieron en los Andes en las peores condiciones posibles.
Cierro este escrito con las palabras de Roberto Canessa al finalizar el documental La sociedad de la nieve:
«Yo creo que están en el aire. Parece que flotan y flotan. Y flotan acá al lado nuestro. A mí me parece que están presentes. Si no, no podría ser que los familiares estuvieran tan tranquilos y los quisiéramos tanto. Al principio era demasiado fuerte la presencia de los que no estaban. Y era como si nos gritaran, como si no nos podíamos ver con las madres de ellos. Pero ahora creo que ya han aprendido a ser espíritus. O capaz que nosotros también aprendimos a que están invisibles. Pero sin embargo nos conversan al oído…»
Sea nuestro recuerdo para todos ellos/as.
Pasajeros fallecidos
Francisco Abal Esther Horta de Nicola
Gastón Costemalle Gustavo Nicolich
Rafael Echavarren Arturo Nogueira
Francisco Nicola Eugenia Dolgay de Parrado
Alexis Hounié Susana Parrado
Liliana Navarro de Methol Marcelo Pérez del Castillo
Guido Magri Enrique Platero
Felipe Maquirriaín Juan Carlos Menéndez
Graziela Mariani Carlos Valetta
Julio Martínez Lamas Daniel Shaw
Fernando Vásquez Diego Storm
Daniel Maspons Numa Turcatti
Tripulantes fallecidos.
Coronel |
Piloto |
Julio César Ferradas |
Tte. Coronel |
Copiloto |
Dante H. Lagurara |
Capitán |
Navegante |
Ramón Saúl Martínez |
Soldado |
Mecánico |
Carlos Roque |
Soldado |
Camarero |
Ovidio Joaquín Ramírez |
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Sobrevivientes.
Pedro Algorta Roberto Jorge Canessa Urta
«Pancho» Delgado Salaberri Daniel Fernández Strauch
«Bobby» François Álvarez Roy Alex Harley Sánchez
«Coche» Inciarte Vázquez Álvaro Mangino Schmid.
Javier Alfredo Methol († 2015) Carlos Páez Rodríguez.
«Nando» Parrado Dolgay «Moncho» Sabella Barreiro
«Fito» Strauch Urioste Eduardo José Strauch
«Tintín» Vizintín Brandi Gustavo Zerbino Stajano
* Epílogo.
Las redes sociales han hecho su magia, a veces sirven para algo, y me llegan de lectores dos recomendaciones bibliográficas que desconocía. El problema es que algunos de estos libros han quedado en circulación y venta en Hispanoamérica y no cruzaron el charco hacia España. Aún así no es excusa y mis disculpas de no conocerlos.
El primero se titula La verdad sobre “el milagro de los Andes” (1973). Según me comentan es un libro anterior a Viven el cual se considera que es el primero sobre dicho tema. Inencontrable hoy en día y en paginas de segunda mano se cotiza a precios astronómicos.
Segundo: Vengo de un avión que cayó en las montañas (1973) escrito por Alfonso Alcalde (Argentina).
Tercero: San Fernando Chile, ¡urgente!, de Oscar Vega (Pineda Libros, 1973). Impreso en Chile.
Cuarto: El milagro de los Andes, de Héctor Suanes. 1973. Argentino
Quinto: Supervivientes de los Andes, de Clay Blair Jr. 1973. Impreso en México.
Sexto: Regreso a la montaña, Daniel Fernández Strauch, Ediciones B, 2012.
Séptimo: Una vez en los Andes, Ignacio Martínez M. con la colaboración de "Gochi" Páez. 2016
Octavo: Memoria de los Andes (2017) y está escrito por Coche Inciarte.
Como ven la lista de libros sobre este hecho es amplia. Gracias por la información dada en estos magníficos aportes.
Impresionante la labor de documentación y está historia. No sabía que había tantísimos libros. Yo solo vi la película pero me quedo con ganas de leer algún libro. Una historia de superación increíble. Desde luego son un ejemplo.
ResponderEliminarHola Clara.
EliminarSí, como ayer te comentaba me he sumergido a fondo en esta historia que me tiene fascinado y totalmente atrapado.
Yo tenía doce libros contrastados de su existencia, pero una persona vía Twitter desde Uruguay me dio el aporte de que existían más y de que el primero no fue Viven sino La Verdad. Indagué por esa pista y encontré más títulos de libros que se fueron editados en Iberoamérica y no cruzaron el charco. Por cierto, libros que hoy en día valen una fortuna en webs de segunda mano.
Aún así hay muchas publicaciones que se pueden encontrar e intuyo que más verán la luz en el futuro.
Gracias por leer la entrada y por tu comentario.
Un saludo.