Es la de hoy una reflexión, pero a la vez un humilde tributo a mi galena, que en esta jornada cumple años.
Ella como siempre tan oportuna y me cumple años un viernes para yo tener que escribir esto y acumular más escritos con el poco margen en días que me queda para ello. Escrito redactado por otra parte con inmenso placer. Podía haberme quedado en la felicitación, pero mi galena cumple una fecha muy simbólica, pues cambia de década, aunque ella prefiere decir xx+1. En una persona los cambios de décadas siempre traen consigo un profundo momento de reflexión, pues se estrena una nueva decena y a la vez se echa la vista atrás con lo que se ha vivido y con la incógnita de lo qué queda por vivir en el propio espacio vital y de experiencias.
Hace unos años las causalidades de la vida hicieron que me cruzara con ella. Una chica joven, educada, culta, muy inteligente, licenciada en medicina (de ahí lo de galena) y de una mente expandida como pocas he conocido. A lo que se suma una encomiable belleza interior y exterior propias de esas mujeres que envuelven y seducen en el hechizo mágico de la inteligencia. Muchas veces lo que ella y yo hablamos no lo puedo hablar con otras personas. Bien por mismas inquietudes culturales o bien porque los temas a tratar me cuesta encontrar personas con las que los pueda hablar sin que me pregunten de qué estoy hablando. Sinceramente el conocer a una mujer de tales características en una sana relación donde prima el intelecto es una bendición. El que te recomiende un libro, una película, documental o el simple hecho de iniciar una conversación sobre un argumento muy concreto ya me es un bálsamo para la mente.
Una chica que intenta vivir en armonía con lo que le rodea interiorizando y buscando la sutil belleza desde una puesta de sol hasta acabar contemplando el posar de una libélula. Una persona que se siente feliz y dichosa con sus gatos y gallinas (¿dónde se ha visto un médico criando gallinas?). La que lleva siempre un libro en su bolso, pues se aburre de las conversaciones nimias. Otras veces directamente propone leer un libro a la vez e intercambiar impresiones. Aunque de momento con Borges y Cela se atraganta (aún debes aprender mucho mi querida padawan y leer entre líneas ciertos libros).
Mi galena es artífice en la sombra de muchas cosas que aquí se publican incitándome a escribirlas. El mismo proyecto de la Biblioteca Hiperbórea si vio la luz fue gracias a ella.
Un alma sensible y risueña que a todo intenta buscarle su magia. La que escucha música para el alma y no el vulgar perreito. Incluso muy alejada de ese elitista y competitivo ideal den mundo de la sanidad que tan característico es.
También tiene su punto de maldad. Como las veces que no se le ocurre otra cosa recomendarme musicales o directamente me desafía a ello sabiendo que no puedo con ello. De sus “impertinencias” navideñas mejor ni hablar y algunas malicias culturales más que tiene como querer leer nm sé cuántos libros a la vez teniendo siempre títulos pendientes por leer o acabar. Y como no, mi “odio” cada vez que va a pescar donde ya me ha superado. Acabarás tirando un tabique de tu casa. Me odiaras en cada golpe de marrón. A veces me dice que soy un hombre extraño, capaz de desconcertarla e, incluso, en ocasiones, sacarla de quicio.
Señor perdónala que no sabe lo que dice. Toda perfección tiene a veces sus fallos operativos. Pero poca cosa.
Eso es de agradecer y más en estos tiempos donde todo parece ser choche para pasear, Visa para gastar y cama para follar. El que entre un hombre y una mujer pueda existir una sana amistad cultural es algo fascinante. Incluso puedo afirmar sin equivocación que la causalidades de la vida me hacen tener esta bendición por partida doble, pues hace poco, ya escribí de ello hace unas semanas, hay otra persona que se le pueden asignar iguales virtudes y adjetivos. Aunque ese diamante aún lo hemos de pulir mutuamente.
Hablando en términos generales creo que el valor de una mujer no se puede medir por su físico, capacidades económicas o artes amatorias. El valor de una mujer radica en su intelecto, carácter y cultura. De nada sirve eso que llaman una “tía buena” (que a veces ni eso) si luego no te llena interiormente. Y que nadie se equivoque. Estas virtudes no son propias de mujeres de familia pudiente o de mujeres con amplia formación académica. Eso no lo da el papel moneda ni un título. Con eso se nace de manera innata. O lo tienes o no. Los años luego perfeccionan ese intelecto. Conozco mujeres que no han pisado en su vida una facultad y tienen un nivel de inteligencia y cultura superiores que otras con carrera. Sócrates, por medio del intelectualismo moral siempre decía que el mal de toda sociedad era la ignorancia. Incluso que el criminal no era culpable sino ignorante. No comparto esa aseveración, pero indudablemente estos tiempos de molicie intelectual han degradado a la sociedad notoriamente.
Mujeres que saben cómo comportarse, cuándo hablar, sonreír, saber estar. Y a la vez sabe cuándo ser contención del hombre y cuándo darle cancha. Ahora se podrán interpretar estas palabras como machismo. Nada más lejos de la realidad. La mujer siempre fue la que movió el mundo. Luego vinieron los griegos y judíos y las sesgaron. Pero en aquellos primigenios tiempos de las civilizaciones la mujer jugaba un preponderante papel en la sociedad. El poder de la mujeres cultas e inteligentes es muy poderoso. ¿Acaso piensan que a mujeres como Hipatia de Alejandría o Juana de Arco las mataron por buenorras? Hay teorías que afirman que corromper a las mujeres es acabar con la sociedad. Por desgracia así lo estamos viendo en estos últimos tiempos donde parece que a la verdadera mujer se la está subyugando esas otras mujeres llamadas “empoderadas”, pero que a fin de cuentas son aupadas intencionadamente como nuevas “sacerdotisas” del orden mundial que claramente es masculino. Orden que incluso parece que consiente que mujeres inocentes mueran cada día a manos de asesinos en un no parar que no hacen las estadísticas sino ir a más. ¿Con qué fin? No lo sé… Bueno sí… Pero la mediocridad femenina se está imponiendo ante mujeres como mi galena y millones más. Dando paso a lo soez, vulgar, inculto. A esas mujeres que ni escribir su nombre saben. Consejo: nunca te fíes de una mujer que no sabe escribir. Y ya no digamos frente a mal habladas y borrachas.
Siempre hago hincapié de que la mejor lotería que le puede tocar a un hombre es una nueva mujer. Al término buena mujer me adscribo a la descripción dada. Porque este tipo de mujeres convierten a un hombre, bien en amistad o pareja, en un verdadero hombre, pues son como luceros en la noche en el sendero masculino.
Yo valoro en una mujer otras cosas. Tal vez en estos tiempos no sean las más llamativas en este nuevo orden hedonista virtudes de aberrantes ramplonas. No lo sé porque estoy navegando a contracorrientes en oscuras aguas habitadas por peligrosa fauna. Pero me siento dichoso y orgulloso de mujeres como mi galena, ni siquiera puedo decir su nombre, pues ella siempre es irredenta a todo momento de protagonismo que la descentre de su tranquilidad. Pero hoy quería dedicarle esta reflexión, que si bien se queda corta y no le hace honor a ella ni a las que son de son estirpe, al menos expresa mi admiración y respeto por ella, y por mujeres de su talla, frente a la mediocridad imperante.
Miren que nunca hablo de personas en concreto, y mucho menos de mis temas personales. Incluso me llamaran machista y clasista. Pero sinceramente la jornada lo merece, aunque me haya quedado un escrito tan extenso que no puedo publicarlo en Instagram. Aparte de que a mi me apetecía expresar lo que me gusta y atrae en una mujer. Porque quiero, puedo y me viene en gana. Que para eso soy politófobo y socialmente incorrecto.
Feliz cumpleaños y feliz década galena.
Para los/as demás feliz fin de
semana. Saludos y buenos libros.