Género: Ensayo novelado (aunque yo diría que es ensayo).
Autor: Tamiki Hara (Japón).
Año de publicación: 1947.
«Nevaba. Delicados copos de
nieve en polvo caían desde la mañana. El viajero, que había pasado la noche en
la ciudad, fue caminando hasta el río, cautivado por la nieve. El puente de Honkawa
se hallaba muy cerca de donde se hospedaba. Hacía mucho tiempo que aquel
nombre, Honkawa, no acudía a su mente. Parecía como si los recuerdos de sus
años de estudiante de secundaria siguieran impregnando aquel lugar. La nieve en
polvo hacía que su vista, ya de por sí fina, se aguzase. Se detuvo en mitad del
puente y miró hacia la orilla, en la que avistó un cartel anticuado en el que
se podía leer: «Honkawa Manjū». De repente tuvo la impresión de que volvía a
sumergirse en el fascinante y apacible paisaje de antaño. Mas, de pronto,
afloró en su interior un escalofrío que fue incapaz de controlar. En aquel
momento de paz perfecta, bajo la nieve, una visión del más espeluznante
apocalipsis cristalizó en su mente. Lo consignó todo por escrito en una carta y
se la envió a un amigo que vivía en la zona. Después abandonó la ciudad y
emprendió un viaje que lo llevó a tierras lejanas…»
Esta es una de las reseñas que más me ha costado redactar en
este 2023. No sabía, ni sé, qué palabras utilizar para ello.
Hace unos meses se estrenaba la película Oppenheimer y a la
vez se daba difusión a Flores de verano, libro que hasta hace prácticamente
nada no tenía traducción al castellano.
Es una obra no muy extensa,
pero totalmente cruda. No está escrita con adornos ni florituras, sí con cierto
tono poético, queriendo suavizar lo ocurrido, sino a la manera que se vivieron
las circunstancias de la destrucción, el horror y lo mejor y peor de la condición
humana.
¿Pero qué circunstancias se
relatan?
Flores de verano (obra
ganadora del Premio Takitaro Minakami) es la vivencia en primera persona
de Tamiki Hara de las semanas previas, fatídico día y tiempo después de la
caída de la bomba atómica en Hiroshima. Él pudo contarlo como superviviente,
pero acabó de marcar una vida ya de por sí bucólica y depresiva (se suicidó en
el año 1951). Aparte de que sufrió durante años la censura que prohibía a los japoneses
publicar ningún tipo de escrito sobre la guerra.
El autor se hallaba en
Hiroshima el día 6 de agosto de 1945 a las ocho y quince minutos, momento en
que estalló la bomba. Estaba en casa de su padre, situada lo suficientemente
lejos del lugar de la explosión, gracias a lo cual pudo sobrevivir.
En ese ambiente caótico hubo
gente en el mundo de la literatura que tuvieron claro desde el primer momento
que aquello debía ser contado de forma rigurosa dejando testimonio sobre algo
que nunca más, en ningún lugar del mundo, debería volver a sufrir.
Al cabo de los años nació en
Japón un subgénero literario llamado genbaku bungaku, la
«literatura de la bomba», escrita por hibakushas,
supervivientes de la bomba atómica y por otros autores que, si bien no vivieron
personalmente aquella experiencia, sí tuvieron un conocimiento directo de
cuanto sucedió. Entre ellos se encuentran Takashi Nagai y su impresionante Campanas de Nagasaki,
Ōta Yoko con Ciudad de cadáveres,
Masuji Ibusa con Lluvia negra, Ineko Sata con Cuadros sin colores, Hiroko Takenishi con El rito, Kyōko Hayashi y El tarro vacío, Katsuzo Oda con Cenizas humanas, Mitsuharu Inoue con La casa de las manos o Tōge Sankichi con Poemas de la bomba atómica. Hay más, pero estos son los
principales.
A Flores de verano le
siguieron dos obras: Chinkonka (Salmos para consolar
el alma de los muertos) y Shingan no kuni (El
país que mi corazón desea), publicadas ambas en 1951, meses
después de la muerte del escritor.
Mi valoración es de un 5/5. Pero con la sensación al
concluirla de que tiempos jodidos se vivieron y parece que cada vez más se
quieren volver a repetir.
Saludos y buenos libros.