Bombal.

 

Siempre soy sincero con mis lectores y ahora no voy a ser menos. No he leído a la chilena María Luisa Bombal.

La explicación para esta reseña es la siguiente: la gran Carolina siempre me tiene al tanto de recomendaciones que me puedan interesar y me propuso esta película. Ella, que tiene una gran perspicacia literaria, me hizo tal propuesta por si me interesaba ahondar en esta escritora de la elite del panteón literario chileno. Y la verdad que en base a la película acertó para interesarme por la misma.

Recordemos que es una película, por lo tanto, no es totalmente fiel a la realidad biográfica del personaje.

Empieza con uno de los sucesos que marcaron la vida de María Luisa. Una vida basada en una relación toxica en la que pivotó y que la llevó por un tortuoso camino. ¿Qué virtudes y locuras no se hacen por amor?

Un matrimonio con un homosexual por conveniencia. A la vez enamorada de un casado que luego se divorcia y se vuelve a prometer con otra mujer.

Unos enredos entre el alcoholismo, murió a causa de ello, y una desmedida pasión sexual.

La pérdida de seres queridos como su prima Beatriz, única persona que de verdad la quiere y comprende. Para Bombal es como una hermana y está junto a ella hasta el último momento de la vida de Beatriz tras una larga enfermedad.

Unos editores y libreros ávidos por su trabajo, pues sólo la veían como una fuente inagotable de dinero.

Siempre en turbulencias. Bombal, la pobre Bombal que sólo buscaba el amor. Porque si una cosa está clara en la película es que era un ser ávido de dar y recibir amor.

¡Ay Eulogio, que mal te portaste con Bombal!

Irremediablemente esta azarosa vida la llevan al alcoholismo. Pero también al suicidio e intento de asesinato.

No quiero adentrarme más en el personaje. Me siento que estoy usurpando un terreno que le corresponde a los lectores/as de Bombal. Terreno que yo aún no he explorado sus historias y deleitado con sus palabras.

Así que hasta aquí llegó, pero con el sentimiento de asertividad y comprensión hacia esta escritora.

Gracias Carolina por ponerla en mi camino literario.